Certamen de microrrelatos

GANADORES DEL CERTAMEN DE MICRORRELATOS AF-2025

Estos son los 10 microrrelatos seleccionados del certamen (por orden alfabético en cuanto al título del relato):

1. BALTIMORE (Alberto Puyana Domínguez) (España)

2. DEMASIADA VELOCIDAD (Jesús Navarro Lahera) (España)

3. EL COLECCIONISTA DE ALMAS (Zara Eleazar Gutiérrez Moraza) (España)

4. EL FAROLERO (Álvaro Calvete Aguilar) (España)

5. EL MISTERIOSO SOMBRERO (Ruth Álvarez Duque) (España)

6. EL TREN (Aurora Rapún Mombiela) (España)

7. LA VISITA NOCTURNA (Francisco José Segovia Ramos) (España)

8. MAMÁ (David Periñán Yuste) (España)

9. PLENILUNIUM (Nuria Lucía Ortiz Tornero) (España)

10. REVELADA (Santiago Eximeno Hernampérez) (España)

A continuación publicamos las obras y autores ganadores del certamen. Los tres microrrelatos se publicarán en el libro memoria del festival:

MÍSTICO LITERARIO (1º Clasificado).

EL TREN (Aurora Rapún Mombiela) (España):

Encajado entre picos nevados y laderas heladas, agoniza un diminuto pueblo llamado Güé. La única conexión con el exterior es un tren terrible al que, en contadas ocasiones, y solo en casos de desesperación, alguien se atreve a subir. La estación está situada en una zona apartada, rodeada de zarzales y de basura. Nunca se sabe qué día ni a qué hora va a pasar el tren. Sobre un tejado, los más jóvenes vigilan su llegada y esperan, con el estómago encogido, a que pase de largo. Las pocas veces que se ha detenido, ha expulsado de sus fauces fantasmagóricas los restos destrozados, pero aún reconocibles, de las personas que intentaron huir del pueblo subiéndose a él.

Cada cierto tiempo, en los días más duros del invierno, cuando los sabañones plagan los pies congelados y las casas no logran deshacerse de la humedad que llora a través de los muros, algunos locos intentan atravesar a pie las montañas. No saben lo que buscan, quizás solo ansían un lugar caliente. Hay quien los mira con esperanza, a pesar de que nunca ha regresado ninguno.

No existen los caminos alrededor de Güé. Escarpados acantilados de roca y hielo impiden ver lo que se esconde al otro lado. No hay verano. Los animales dejaron de correr, ya no saben hacerlo. Tampoco vuelan porque se estrellan contra las rocas. Los habitantes se alimentan de raíces y de pequeños roedores e insectos. En ocasiones, de los propios habitantes.

El origen del pueblo está borroso. Según cuenta la leyenda, el misterioso tren, procedente de la nada, se detuvo un día allí y escupió a un grupo de seres extraños: ojos dispares, papadas colgantes, cuerpos diminutos. Desde entonces, la población se ha desarrollado a duras penas. Con sus propias normas. Por su cuenta.

Hoy, los habitantes de Güé contienen el aliento. Los jóvenes vigías se aprietan contra las tejas. En una esquina, escondida, una niña espera su oportunidad. No cree que haya nada más miserable que su vida. Está dispuesta a arriesgarla. Cada vez más cerca, una sombra cubre las vías. Ya llega el tren.


2º Clasificado.

BALTIMORE (Alberto Puyana Domínguez) (España):

La noche ha caído, húmeda e inclemente, sobre los avejentados tejados de Baltimore. Son pocos los ciudadanos que plantan cara al mal tiempo, pero una solitaria taberna mantiene sus lámparas encendidas prometiendo abrigo y alcohol a los valientes parroquianos que no teman a la oscuridad y a los viejos cuentos de fantasmas y aparecidos, comunes por esta zona. Destacan, en la concurrida barra de la taberna, dos caballeros que apuran unos tragos a altas horas de la madrugada.

—Te encuentro raro estos últimos días. ¿Te encuentras bien?

Edgar sostiene entre sus dedos entrelazados un vaso y no puede apartar su mirada del fondo del recipiente. Su respiración agitada y la frente perlada por el sudor dan muestras de un estado de ansiedad importante y poco disimulable.

—Quizás es que veo la sombra de la muerte cada vez más cercana, amigo mío — contesta sin atreverse a mirar a los ojos de su acompañante.

James Snodgrass, animoso, palmea su hombro tratando de restarle importancia a sus oscuros pensamientos. Entonces Edgar alza la cabeza, asustado, en busca del origen de un sonido que le resulta familiar: un aletear cercano. Su mirada busca entre las recias vigas de madera que sostienen el techo, pero no encuentra lo que busca. No encuentra ningún ave, ni tan siquiera aquel al que teme.

—Tú y tus historias, Edgar.

—No lo entiendes, James. Poco antes de la muerte de mi esposa Virginia lo escuché. Vi su plumaje azabache pasearse alrededor de mi cabeza, incansable. Y fui yo quien lo creó, quien le dio una vida de tinta y papel.

—Amigo… me preocupas.

De repente la fuerza del viento abre una de las ventanas de la taberna y Edgar se levanta con los ojos muy abiertos, señalando al marco de ella.

—¡Ahí está! ¡Mirándome a los ojos!

James apoya sus manos en los hombros de Edgar y lo obliga a sentarse.

—¡Estás delirando! ¡No hay nada!

Pero Edgar contempla al cuervo abrir el pico y pronunciar de nuevo las palabras «nunca más», consciente de que su criatura literaria esta vez ha venido para reclamar su propia alma.

3º Clasificado.

EL MISTERIOSO SOMBRERO (Ruth Álvarez Duque) (España):

Una inesperada tormenta sorprende el pueblo de Armero, los campesinos temen por los cultivos y perder las cosechas. Los vecinos están de luto, don Arcadio, hombre muy querido en el pueblo, ha sido asesinado por delincuentes frente a su casa con extrema violencia y le han robado todos los ahorros de su vida. Le han enterrado con su inseparable sombrero. Ya en una ocasión comentó: ¡Cuándo muera, ponedme el mejor traje y colocadme mi sombrero! Ajenos al peligro, un perro negro y dos niños jugaban en la calle al futbol, de repente, un céfiro suave desvió el balón bajo los árboles que daban sombra a la casa de don Arcadio, los pequeños y el perro corrieron hasta allí para recuperarlo. El árbol más fuerte agitó las ramas cuando los niños se acercaron y un silbido triste provino del viento. Apuradas, se batían con tal fuerza las hojas anchas y las ramas, que se doblaron, advirtiendo la amenaza. Y un fuerte ciclón se desató, arrasó las casas, inundó las calles, el poblado fue borrado de la faz de la tierra. Milagrosamente, los niños y el perro, resultaron ilesos, El árbol más fuerte soportó la furia de la naturaleza, envolvió los niños entre todo el follaje sujetándolos contra el tronco. De aquellas hojas brotaban gotas, eran como lágrimas y el perro las secaba con la lengua sobre el suelo. Pasadas unas horas llegó la ayuda, los bomberos y sanitarios rescataron los menores en una barca; pero el perro se quedó allí y los ojos le brillaban de una forma extraña. Dentro del tronco del árbol, encontraron el sombrero de don Arcadio, abuelo de los niños y propietarios del perro. Por cierto, sombrero que llevaba puesto dentro del féretro. A partir de aquel día el perro aullaba por las noches zarandeando la cola y el viento silbante revolvía las hojas, cuando una sombra con figura humana se ponía el sombrero, tumbándose junto al perro.

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